domingo, 25 de septiembre de 2011

Reflexión ante la desaparición de un pionero del ebook

Vía tinta-e llegué a este texto sobre la muerte de Michael Hart, creador del proyecto Gutenberg:

"Sea como fuere, lo cierto es que el fallecimiento de Michael Hart debería hacernos reflexionar. Precisamente, los primeros tiempos del ereader supusieron la amenaza de la evaluación definitiva del proyecto Gutenberg. Y no, no es una broma.

Pensadlo: Los innovadores que querían poner en el mercado ereaders se encontraban con que podían comprar a algunos fabricantes chinos los dispositivos, pero sabían que sus futuros usuarios no iban a contar con una colección de títulos que justificara la inversión de varios cientos de euros. Precisamente, un perfil importante de la amante del libro coincide con un perfil de persona que sufre problemas de relación con la tecnología, de manera que no se podía asumir que se buscara la vida por sí mismo para dotar a su flamante dispositivo de alimento lector.

La respuesta a este problema ya la conocéis: estos pioneros fueron al proyecto Gutenberg, descargaron distintas colecciones de títulos en castellano y las incluyeron dentro de tarjetas de memoria como bibliotecas iniciales y gratuitas para los nuevos, novísimos ereaders. Esto es legal y hasta moralmente irreprochable, porque las condiciones de uso de los titulos que alberga el Proyecto Gutenberg no ofrecen ninguna restricción a este respecto. La solución al problema era literal (el usuario tenía qué leer), pero no encajaba con la demanda de los usuarios.

Por más que las obras que alberga PG tienen una altísima consideración cultural, no tienen una demanda equiparable. El lector, mayoritariamente, quiere leer textos actuales, ya sean best sellers o textos más específicos. Y por supuesto, el lector que tiene al texto como herramienta de trabajo (a menos que sea filólogo) necesita textos actuales con los que trabajar.

Hay quien dice que lo gratis no se valora. Yo estoy convencido de que es una afirmación cercana al axioma en nuestra sociedad capitalista. El problema que hemos tenido recientemente es que los libros de dominio público de PG no son sólo gratuitos, sino que además son inmediatos de conseguir.

Por una parte, el problema se soluciona comunicando. La obra clásica no debería ser un castigo de los estudiantes de secundaria y bachillerato, o no sólo eso. La obra clásica necesita de entusiastas, de comunicadores que provoquen la curiosidad y el interés. Además de las iniciativas de "libros a la calle", "un libro al día" y demás campañas de comunicación y publicidad que tanto cuestan al erario público, se debería generar y mantener una campaña acerca de la existencia y conveniencia del Proyecto Gutenberg: no basta con saber que existe (y eso que su conocimiento no está ni mucho menos generalizado), sino que vale la pena acceder a sus fondos y leerlos en un ereader, en un tableto, hasta en las blackberrys que manejan ejecutivos y chavalería por motivos ¿opuestos?

Por otra, la promesa inicial de Hart debería hacernos pensar. Antes de que existiera Internet, Hart entendió que el dato digital incluía la semilla de algo tan asombroso como el acceso universal a la cultura. Eso provocó un suave pero incesante goteo de voluntarios, y lentamente se acumuló una biblioteca multilingüe de tamaño respetable (algo más de 30.000). Si comparamos esa colección con los catálogos de ebooks comerciales, no parece nada: son textos clásicos, y por si fuera poco son gratuitos y no cuesta esfuerzo alguno acceder a ellos.

Lo gratuito debería tener mucho valor. Debería satisfacernos que cualquier ser humano con acceso a un dispositivo que permita la lectura digital (un teléfono móvil, y de ahí en adelante) pueda leer lo que se considera generalmente como las joyas de la literatura de cada idioma. La obra de Hart, en plena explosión del ebook comercial, nos debería recordar que el ebook debe tener dos caras, y que si hay que proteger los derechos de autores y editores, no es menos importante proteger una promesa tan maravillosa como es el acceso universal a la cultura.

Si alguien quiere comprar en una librería Los cuatro jinetes del apocalipsis, tiene todo el derecho a hacerlo, como de pedirlo en préstamo en su biblioteca local o a un amigo o familiar. Pero también tiene derecho a descargar Los cuatro jinetes del apocalipsis del Proyecto Gutenberg, como estoy haciendo ahora mismo, subírselo a su ereader y leerlo. Como voy a hacer en las próximas semanas :).

Y si el Ministerio de Cultura quiere promocionar su objeto, debería contar con el Proyecto Gutenberg. Y estoy convencido de que todos deberíamos dedicar un poco de tiempo a pensar en las enormes consecuencias que aún puede tener el acceso universal a la cultura. Si se lo hubieran dicho a Vicente Blasco Ibáñez, no habría cabido en sí de gozo.

Como yo no me he dejado de asombrar de lo que ha supuesto acceder a Los cuatro jinetes del apocalipsis. Segundo y medio de bajada, envío por email a mi Kindle y a leer.

Os dejo con el final del obituario, imprescindible y esperanzador.


In July 2011, Michael wrote these words, which summarize his goals and his lasting legacy: “One thing about eBooks that most people haven't thought much is that eBooks are the very first thing that we're all able to have as much as we want other than air. Think about that for a moment and you realize we are in the right job." He had this advice for those seeking to make literature available to all people, especially children:
"Learning is its own reward. Nothing I can
say is better than that."
Michael is remembered as a dear friend, who sacrificed personal luxury to fight for literacy, and for preservation of public domain rights and resources, towards the greater good.
This obituary is granted to the public domain by its author, Dr. Gregory B. Newby."

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